( Lugo, 05/04/1889 - Santiago de Compostela, 06/12/1939
Una verdadera obsesión por el dibujo y la pintura muestra desde muy niño este lucense, extraño, pintor de considerable influencia literaria, místico o lúdico según las ocasiones, que a los catorce años es becado por la Diputación Provincial lucense para estudiar en Madrid, donde sigue clases con Sorolla, Cecilio Play Zuloaga, que será más tarde su protector, a cuya amistad se deben muchos de los retratos que hizo el gallego y de quien recibe las más fuertes influencias, aunque el racialismo del vaco deriva en misticismo en Corredoira.
La estancia madrileña de Corredoira no es larga. Regresa a Galicia, pinta, dibuja y prueba suerte en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, para conseguir menciones honoríficas en las de 1908 y 1910. Siete años más tarde, con su cuadro «Escuela de cantores», logra segunda medalla. Este cuadro tiene ya bien definidas las características de la estética del gallego, que acusa la influenciza del cordobés Julio Romero de Torres; claro que en los modos, no en la tendencia estilística.
Reside primero a A Coruña y más tarde en Compostela, en la aldea de Portela, donde transcurrirá una gran parte de su vida. Santiago le atraía porque en 1910 había conseguido la medalla de oro en la exposición regional allí celebrada. Los cuadros de Corredoira viajan. Concurre a certámenes en Buenos Aires y Santiago de Chile, donde más tarde, en 1922, hará una exposición personal. Otra la ha hecho en Bilbao, en 1918. También se da a conocer en la Habana y Nueva York, auspiciado por la Hispanic Society del matrimonio Hungtinton, cerca del cual gozaban de influencia Zuloaga y Sorolla, sus amigos. Temperamento cambiante, pasa de lo lúdico a lo sombrío. En la aldea donde se recluyó fantasea, lee, pinta y sueña. De cuando en cuando se evade de ese ambiente de soledad para trasladarse a Madrid, donde cumplimenta encargos de retrato, muy bien retribuídos, o gasta alegremente el dinero conseguido en América con sus cuadros, vendidos a altos precios.
Se da de él una referencia de elegante, incluso dandy, aficionado a los placeres caros y a lo mundano, en rotundo contraste con la imagen de hombre triste y huraño que podría imaginarse al ver buena parte de su producción. La obra de Corredoira tiene diversa fortuna. El artista, olvidado durante los años de la guerra civil, fallece en el que concluye la contienda en la indicada aldea compostelana, en 1939. La obra de Corredoira se encuentra en museos de Galicia y en importantes colecciones institucionales y particulares.
Es un pintor muy desigual, a veces tenebrista, otras deliberadamente imitador del Greco o de Zuloaga. Su paleta es oscura, y en ella abundan los negros, los verdes cadmio, los azules ultramar. Un autorretrato que conserva el Museo de Lugo nos dice del temperamento romántico, soñador del artista, que quiere dar de sí mismo una imagen estilizada. Se atrevió con complejas composiciones de ámbito religioso, en las que se muestra un poco envarado, rígido. Es más feliz en los retratos, donde consigue siempre el carácter del retratado. También acudió a los temas folklóricos, en buenos modos de pintor, un tanto sorollescos, como es el caso de la Charra del mismo museo lucense.
Afundación