Presqueiras, Forcarei (Pontevedra), 24.XI.1896 – 24.VI.1948.
Personalidad inquieta, interesantísima y poco conocida de nuestra plástica, de difusión aún muy parcial y de escasa valoración todavía. Siendo muy joven emigró a Cuba, donde se inició en la pintura. Regresó a Europa y vivió en Madrid y en París.
En la capital francesa aprehendió todos los modos postimpresionistas que caracterizan su paisajismo, en aparienciza descuidado y sin embargo, tan cargado de sensibilidad. Realizó pocas exposiciones, principalmente en Vigo y en Santiago. Su inquietud intelectual le llevó a fundar la revista «Alborear» con Caldera Manzano.
Fue pensionado por la Diputación de Pontevedra para una segunda estancia en París, aunque esta ayuda no se le renueva. Su independencia le lleva a una vida bohemia y difícil, con períodos de verdadera miseria. Los años de postguerra civil son muy difíciles para Virxilio Blanco, quien con escaso aprecio para su innovadora pintura, muere casi en el olvido.
Un reconocimiento tardío acontece en 1975, cuando un grupo de artistas, amigos y admiradores le dedica una lápida en el cementerio de su parroquia natal, donde reposan los restos del malogrado pintor pontevedrés. La pintura de Virxilio Blanco es mucho más «francesa» que gallega e incluso española. Se identifica con una etapa intermedia de su gran paisano Colmeiro, aunque el de Forcarei va estrictamente al paisaje, sin elementos humanos.
Dibuja directamente con el pincel, en mancha grumosa, firme y simple. Lo que falta de perfección aparente en sus cuadros lo suple con creces una sensibilidad extraordinaria, como acontece con otro gran español casi contemporáneo, Hernando Viñes. Todo está abocetado, como tembloroso.
La pasión por la luz, tenue, nunca estridente, le lleva a gamas casi neutras, donde destacan unos verdes limpios y un poco desvaídos. Es maestro en ocres y sienas. Determinados espacios urbanos parisinos, como los Jardines de Luxemburgo, fueron motivo constante de su pintura. Está representado en los museos de Galicia y en importantes colecciones particulares. Es probable que buena parte de su obra se haya perdido en casas de amigos cuyos descendientes no supieron apreciarla.