Friedl Dicker – Brandeis, austriaca, nacida en Viena (1898), fue una artista y
educadora muy comprometida en asuntos sociales. Su vida y obra no es muy conocida,
aunque sus aportaciones al arte, y sobre todo a la educación artística se pueden
considerar como un referente o punto de partida importante para el desarrollo posterior
de estudios sobre psicología y arte en relación a las posibilidades terapéuticas de la
expresión plástica y visual.
Con diecisiete años empezará su formación artística con la ayuda del pintor Franz
Cizek, uno de los promotores del “arte como expresión”; es decir, el arte considerado
como lenguaje para la comunicación y la libre expresión de ideas, sensaciones y
sentimientos. De esta metodología de trabajo la artista vienesa tomará muchas
referencias didácticas en sus investigaciones posteriores.
En 1919 ingresa en la Bauhaus de Weimar, la conocida factoría y escuela de arte y
diseño que tenía como principios fundir las artes plásticas y las industriales. Allí tendrá
como profesores, entre otros, a Paul Klee y Kandinsky. En esta escuela Friedl se
impregnará de las nuevas corrientes, tendencias y conceptos en arte moderno,
incorporando todo ello tanto a su trabajo en pintura y diseño como a su futura actividad
docente.
Después de la fase de aprendizaje y estudios se dedicará por su cuenta al diseño
gráfico y textil, manteniendo al mismo tiempo una militancia política de izquierdas.
Más adelante, en Praga, tendrá la oportunidad de trabajar como docente en talleres con
niños refugiados. Y con esta nueva experiencia educativa empezará a interesarse por
investigar la elaboración de los traumas desde la expresión gráfica y plástica.
En 1942 Friedl es apresada junto a su esposo por los nazis, y conducida al campo de
concentración de Terezín, a pocos kilómetros de la ciudad de Praga. Durante los dos
años de su cautiverio se volcará en la enseñanza artística de los niños confinados,
ayudándoles, a través de estrategias de expresión y desarrollo creativo, a liberar los
temores, angustias y tensiones que estaban viviendo, pero también a recrear y sentir la
esperanza e ilusión por una existencia y convivencia justa y respetuosa.
El campo de concentración de Terezín era una antigua fortaleza construida en el siglo
XVIII, convirtiéndose, durante la ocupación nazi del territorio checo, en una prisión
para los judíos. Entre los años 1941 y 1945 la Gestapo recluirá a miles de personas de
diferentes nacionalidades sin distinción de edad o sexo. El recinto estaba concebido
como un lugar de espera temporal o de tránsito hacia otro destino. Este otro destino,
generalmente, era un campo de exterminio, y la gran mayoría de los que pasaron por el
gueto de Terezín fueron enviados a Auschwitz. Y hablar de Auschwitz es sinónimo de
horror y dolor, un lugar extraño de humillación y destrucción, donde todos los que
entraban estaban, de antemano, sentenciados a muerte.
El gueto checo de Terezín se convirtió en una estrategia propagandística nazi. Éstos
quisieron mostrar a la opinión pública mundial una imagen diferente de lo que sucedía
realmente en ese lugar. El campo de reclusión, de esta forma, se enseñaba como un
espacio donde se trataba bien a los judíos, se respetaban sus derechos y se les permitía
desarrollar sus actividades culturales. Pero la auténtica realidad difería de la imagen que
quisieron dar; las condiciones de vida eran muy duras y crueles. Carecían de libertad,
bienes, vida familiar y de cualquier tipo de privacidad. La comida escaseaba, y la
mayoría de los recluidos estaban forzados a trabajar durante muchas horas al día. Vivían
hacinados en barracones y en condiciones poco higiénicas, sin tener acceso a los
fármacos o a la atención médica. Y sobre ellos se expandía el miedo y el terror a ser
enviados o transportados a un destino incierto, desconocido.
A pesar de todas estas circunstancias negativas el colectivo judío se organizó para
desarrollar una vida cultural y social que sirviese de enriquecimiento y esperanza. Se
centraron, especialmente, en desarrollar un programa educativo y de actividades
culturales basado en talleres. Estos talleres estaban enfocados, prioritariamente, en la
expresión artística a través de diversas materias o disciplinas: teatro, música, poesía,
prosa, dibujo y pintura, juegos, etc. También se impartían conferencias y existían
bibliotecas para fomentar la lectura. Las actividades, al principio, se realizaron en la
clandestinidad y al final del día, después de largas y duras jornadas de trabajo. Las
condiciones no eran fáciles, ya que no se disponía de los recursos materiales más
idóneos pero, en cambio, había mucha ilusión y entusiasmo por colaborar y participar
tanto de los profesores, alumnos, actores o espectadores.
Al igual que los adultos, los niños también intervenían en las actividades
programadas. Existían profesores encargados de la formación de los menores a través de
la escritura, la creación de poemas, el dibujo y la pintura, la interpretación teatral, etc.
Friedl Dicker – Brandeis se encargó de las lecciones de dibujo y pintura a niñas y niños
de edades comprendidas entre los 10 y 15 años. Su estrategia metodológica consistía en
ofrecer a los alumnos diversas propuestas para el conocimiento y la expresión. Por un
lado se trabajaba sobre distintos temas y conocimientos técnicos para desarrollar la
experiencia, sensibilidad y aprendizaje artístico, y por otro se dejaba total libertad para
la creación espontánea y libre con la intención de fomentar y propiciar la autoexpresión,
desarrollar la fantasía y liberar tensiones y miedos.
Los temas de representación que planteaba Friedl a sus alumnos eran bastante
variados. Podían ser abstractos o figurativos, y dentro de éstos los chicos tenían
opciones diversas: o bien recurrían a la imaginación o fantasía, o a imágenes alusivas a
la realidad que conocían o estaban viviendo. Trabajaron por géneros tradicionales
(bodegón, paisajes, figuras, etc.), y experimentaron a través de técnicas y materiales
diferentes. Concretamente utilizaban lápices de grafito, crayolas, lápices de colores y
acuarelas. Pero también aprendieron procesos técnicos algo más elaborados como el
collage y los bordados sobre papel, e incluso llegaron a realizar interpretaciones de
obras clásicas de los grandes maestros de la pintura. En muchos de los trabajos de los
menores se observa el aprendizaje adquirido sobre cuestiones técnicas como: el uso de
la gradación del color, el empleo de la perspectiva, el estudio compositivo cuidado, etc.,
apreciándose en algunos de estos ejercicios una gran calidad plástica y expresiva.
La artista y profesora austriaca prefería trabajar con grupos numerosos, y fomentar
así la colaboración y participación entre los alumnos. Diferenciaba claramente las
actividades propuestas para niños pequeños de las que preparaba para los más grandes o
adolescentes; pero siempre desde la premisa de no influir o coartar la libre expresión.
F. D. Brandeis nos demuestra en su intenso e interesante trabajo con los niños de
Terezín su preocupación por ayudarles a aliviar la angustia y sufrimiento que estaban
padeciendo. En este sentido era más importante la libertad de acción y ejecución en el
proceso de desarrollo artístico que la indicación de reglas o pautas que pudieran desviar,
limitar o frenar el libre flujo de ideas, sensaciones y/o sentimientos particulares del
menor. Curiosamente dos de sus alumnas que sobrevivieron al holocausto, Ella
Liebermann y Helga Weissova consiguieron insertarse en la sociedad y desarrollar una
vida plena, ambas, profesionalmente, como artistas. Liebermann hizo una reputada
carrera como pintora hasta su muerte en 1998, y Weissova siguió los pasos de su
maestra Friedl, convirtiéndose en educadora artística.
Hay que reconocer que la labor y enseñanza que ha dejado la artista y profesora
vienesa ha tenido su repercusión posterior. Pero, si su carrera artística y como docente
no se hubiese visto truncada al perder la vida en octubre de 1944 en el campo de
concentración de Birkenau, habría podido desarrollar sus capacidades profesionales a un
alto nivel, y se hubiese convertido en un referente importante en el campo de la
educación y de las artes visuales. De todas formas podemos decir que su testigo ha sido
recogido por otra persona. Edith Kramer, antigua alumna suya cuando trabajaba con
niños refugiados, y considerada actualmente una de las pioneras del Arteterapia,
reconoce la influencia de su maestra. Tanto el ánimo y entusiasmo característico de
Brandeis como docente, como su metodología específica de indagación han marcado
notablemente la labor investigadora de Kramer en los Estados Unidos. Principalmente
el trabajo investigador de ésta ha tenido una perspectiva psicoanalista, considerando el
arte como un medio para ampliar experiencias humanas que puedan conducir a resolver
e integrar conflictos.
EXPRESIÓN ARTÍSTICA EN SITUACIÓN EXTREMA: FRIEDL
DICKER-BRANDEIS Y LOS NIÑOS DE TEREZÍN.
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