Juan Alcalde (Madrid, febrero de 1918) es un artista que vivió intensamente el siglo XX en todas sus facetas. Como artista se inició en la Escuela de Artes y Oficios, con Agustín L. González, así como en el Museo de Reproducciones Artísticas y en el Círculo de Bellas Artes, ingresando en San Fernando en 1933, e iniciando sus estudios en 1934, teniendo entre otros profesores a Aurelio Arteta, que es su valedor para el Premio Molina Higueras, que le concede la Academia de San Fernando. En plena juventud se enfrenta con la trágica epopeya de la Guerra Civil, en la que combate en las filas del bando republicano, lo que le obliga a exiliarse en Francia, donde vivió las penurias de los campos de concentración. La entrada de los alemanes en el país galo le obliga a viajar a diversos lugares en busca de horizontes más o menos halagüeños. En Montauban, donde morirá Azaña, Juan Alcalde realiza un dibujo del ilustre político en su lecho de muerte. Después de realizar algunas exposiciones en Francia, en 1942 intentó huir a América desde Marsella, y al no conseguirlo entró clandestinamente en España. Fue detenido y después de pasar tres meses en la Cárcel Modelo, salió de ella para cumplir el servicio militar. Cuando finalmente se licenció, durante un tiempo pintó los cartelones anunciadores de las películas cinematográficas, única forma que encontró de subsistir. Pero pronto, en los años 1948 y 49, consiguió realizar nuevas exposiciones en Zaragoza y Valencia y también embarcarse para el nuevo mundo, concretamente viajó a Caracas y a la República Dominicana, donde pintó un retrato del presidente Trujillo. Después de un largo periplo de diez años por tierras americanas regresó a Europa. A su llegada a París participó en la exposición titulada Artistas Españoles en París. El tiempo había ya había hecho olvidar en parte las angustias de posguerra, y las exposiciones de Juan Alcalde se sucedieron ininterrumpidamente en toda España y en diversas capitales europeas. Sobre la obra del artista escribe Remo Ruiz en el catálogo de su exposición de la sala Biosca en 1982: «Despojada de todo artificio innecesario, hermoso en su absoluta desnudez, se nos presenta como una pintura esencial, en la más exacta acepción del término. En sus cuadros hallamos la soledad, mas no la desesperación. La obra de Juan Alcalde, plena de inteligencia y de sensibilidad, posee una carga poética que trasciende debajo de su aparente frialdad. Pintura de personalísima factura, sin antecedentes en el devenir de nuestra creación artística y sin influencias miméticas de otros grandes maestros contemporáneos»
Información- Diario de León