Nacida como Marie-Agnés Fal de Saint Phalle un 29 de octubre de 1930, fue un verdadero ejemplo de artista total. Capaz de posar como modelo de moda, esculpir, crear perfumes, imaginar gigantescas estatuas, concebir figuras en movimiento perpetuo, a su imagen y semejanza
Hija de madre americana y padre francés, banquero, arruinado, en 1929, Niki de Saint Phalle nació en Neuilly, en la periferia más dorada de París, y se educó entre Connecticut y Nueva York. Descubriría su vocación en 1953, gracias a una depresión que le llevó a serinternada en un sanatorio.
Con Harry Mathews, su primer marido, el fundador de «Locus Solus», compartía una concepción jocosa y misteriosa del arte, acentuada por la poderosa personalidad de su segundo esposo, el escultor Jean Tinguely. Con ellos, y con muchos otros amigos, Niki vivió una vida nómada entre Nueva York, París, Los Ángeles, Deya, la Toscana, la Costa Azul y la Provenza, creando, inventando, pintando, imaginando mundos maravillosos, que ella tenía la gracia de crear y proponernos, como ofrendas. Sus obras más emblemáticas quizá sean sus «Nanás» (Chicas, Mozas, Mujeres, Señoras), lúdicas, juguetonas, gordas, aéreas, maravillosas, infantiles, como inmensas muñecas capaces de habitar en bosques, jardines y fuentes encantadas.
La artista también «fue una de las primeras en hacer performances, una de las primeras artistas feministas, de las primeras en interesarse en el espacio público y en ser globalmente política», según explicaba recientemente a Efe Camille Morineau, comisaria de una gran retrospectiva sobre su obra en el Grand Palais de París.
Sola, o en compañía de Tinguely, Niki de Saint Phalle realizó impresionantes encargos para decorar plazas públicas. Una de esas fuentes más famosas es la que se encuentra ante una de las puertas de entrada del parisino Centro Pompidou: una colección de «móviles» y arquitecturas acuáticas se ofrecen en espectáculo a los niños y mayores que contemplan, encantados, un espectáculo onírico de misteriosa belleza lírica.
En 1976, en Nueva York, Niki confesó a una amiga italiana, Marella Caracciolo Agnelli, que el sueño de su vida era crear su propio bosque encantado, a imagen y semejanza del Parque Güell, de Gaudí, en Barcelona. Marella y sus hermanos, Carlo y Nicola, hicieron posible ese sueño, ofreciendo a la artista una gran parcela de monte, en la Toscana.
Veinte años más tarde, al fin, del Jardín del Tarot de Niki de Saint-Phalle, se abría en Pescia Fiorentina, Capalbio. Una maravilla lúdica. Un jardín, un bosque encantado, poblado por figuras de sueño, que intentan devolver a la tierra una parte de sus antiguos moradores, hadas, duendes y misterios, con los que el arte de Niki intentaba dialogar, con el talento, la gracia y la ilusión de un artista que soñaba con repoblar el mundo con seres de encanto, misterio e ilusión, propios de las leyendas y los cuentos infantiles.
Niki de Saint Phalle falleció en 2002 a los 71 años, en San Diego, California, víctima de una larga y dolorosa enfermedad pulmonar que algunos de sus familiares y conocidos achacaron a los materiales tóxicos con los que elaboraba sus creaciones artísticas. No obstante, su muerte no supuso ni mucho menos el comienzo de su olvido:su obra ha seguido reivindicándose con fuerza, especialmente en tres exposiciones póstumas en la Toscana (2009), en el Castillo de Malbrouck (norte de Francia, en 2010) y en el Grand Palais, 2015 y despues en el Museo Guggenheim de Bilbao.