Dámaso Ruano (Tetuán 1938- Málaga 1914) es uno de los pintores malagueños que contribuyó abiertamente a la renovación plástica de Málaga, formando parte del grupo Palmo de tanta trascendencia en el discurrir nuevo del arte malagueño. Su pintura recrea una estética en la que se pone de manifiesto un interés por el equilibrio y la serenidad desde unas marcas externas que muestran una creciente intencionalidad para con la materia plástica, aunque ese poderío formal no está exento de una sutirl poética donde se ha desprovisto de su hojarasca y ha retomado caminos intimistas donse se produce un análisis de la forma. La pintura de Dámaso Ruano extrae el núcleo expresivo a una representación a la que se somete a un proceso profundo de síntesis hasta conseguir que las bandas de color, a las que ha sido reducido el conjunto, ejerzan su potestad diferenciadora. El espectador siente una íntima unión, sin distorsión alguna con la forma, existe una sintonía, no hay lugar para la confusión porque la pintura desencadena su fuerza expresiva y toda su capacidad de sugerir. Es la obra del artista una rigurosa lección de pintura abstracta en la que se desentrañan, al unísono, los valores plásticos y espirituales.
Dámaso Ruano (Tetuán 1938- Málaga 1914) es uno de los pintores malagueños que contribuyó abiertamente a la renovación plástica de Málaga, formando parte del grupo Palmo de tanta trascendencia en el discurrir nuevo del arte malagueño. Su pintura recrea una estética en la que se pone de manifiesto un interés por el equilibrio y la serenidad desde unas marcas externas que muestran una creciente intencionalidad para con la materia plástica, aunque ese poderío formal no está exento de una sutirl poética donde se ha desprovisto de su hojarasca y ha retomado caminos intimistas donse se produce un análisis de la forma. La pintura de Dámaso Ruano extrae el núcleo expresivo a una representación a la que se somete a un proceso profundo de síntesis hasta conseguir que las bandas de color, a las que ha sido reducido el conjunto, ejerzan su potestad diferenciadora. El espectador siente una íntima unión, sin distorsión alguna con la forma, existe una sintonía, no hay lugar para la confusión porque la pintura desencadena su fuerza expresiva y toda su capacidad de sugerir. Es la obra del artista una rigurosa lección de pintura abstracta en la que se desentrañan, al unísono, los valores plásticos y espirituales.