Sevilla 1844-Madrid 1921
IInició su formación académica en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla, donde fue discípulo de Manuel Cabral Bejarano y Eduardo Cano. Su primera participación en la Exposición de Sevilla de 1860 se saldó con la venta del lienzo que presentó, "La pequeña filósofa", por dos mil reales. Desde sus inicios contó con el reconocimiento y la admiración de crítica y público.
Madrid le acogió de 1866 a 1868. Allí se formó junto a Federico de Madrazo, y bajo su supervisión visitó a diario el Museo del Prado para analizar y copiar la obra de Velázquez y Tiziano. En el estudio de su maestro entabló amistad con Eduardo Rosales y Mariano Fortuny, por aquel entonces en la capital. Tras dejar la villa, realizó un viaje a Marruecos que le inspiró ampliamente para muchos de sus cuadros posteriores: "Pelea de gallos", "La sultana infiel", "La lección del Corán", etc.
En 1868 se trasladó a Roma. Allí asistió a las clases de la Academia Chigi y retomó la relación con sus amistades de Madrid, entrando en el estudio de Rosales. Su producción en los primeros años italianos recogió escenas típicamente españolas, "Toreros en la capilla de la plaza" o "El descenso de la cuadrilla", y de carácter costumbrista, "Los monaguillos", "Un bautizo en Sevilla", "Leñadora romana",... La singular maestría de sus composiciones hizo de él el autor más cotizado y solicitado entre marchantes y coleccionistas desde 1876.
1877 marcó el inicio de sus largas estancias en Venecia, un marco inagotable para sus óleos y acuarelas en múltiples composiciones sobre vistas de la ciudad de los canales: "El canal de zatera", "El puente de la Plagia",... Poco a poco fue abandonando las representaciones históricas, "La última entrevista entre Don Juan de Austria y Felipe II" y "La Paz de las Damas" fueron las últimas, para pasar a cultivar, casi en exclusiva, la técnica de la acuarela.
Por aquella época, su estudio comenzó a ser visitado por los nuevos artistas andaluces como Pinelo, Gallegos Arnosa, Sánchez Barbudo o Gonzalo Bilbao, o por otros de la talla de Joaquín Sorolla, a su llegada a la ciudad en 1886, y sobre quién Villegas también ejerció su influjo.
Junto a Rosales y Fortuny, es considerado el más ilustre de los pintores españoles de la Escuela de Roma. Sus últimos grandes éxitos allí fueron "La muerte del maestro" y "El triunfo de la dogaresa", obras en las que trabajó durante más de diez años y que le valieron la Gran Medalla de Oro del Estado de Austria.
La Academia Española de Bellas Artes de Roma le nombró director de la misma en 1898. En 1901 revolucionó la gestión del Museo del Prado con innovaciones como la reordenación de las colecciones por maestros o escuelas y el desahogo de la galería central. En 1903 fue el Museo de la Real Academia de San Fernando quien le nombró su director. La lección magistral allí dada, "El estado actual de confusión de las artes", tuvo gran eco en los círculos artísticos del momento.
En sus últimos años realizó retratos de personajes populares como el Rey Alfonso XIII (1902), Doña Luz Ojeda (1910) o Pastora Imperio (1913). Su particular aportación a la Colección UEE llegó en 1915, "El viejo y el nuevo año", una escena de carácter metafórico, muy del gusto burgués, con la que simbolizó el paso de año. La faceta como ilustrador ya le había dado prestigio mediante su participación junto a otros afamados pintores europeos en la confección de una edición de la Biblia.
Con el cambio de siglo, y siempre atento a los avances en la pintura, había evolucionado desde la tradición fortunyana hasta el modernismo. Bajo los cánones de este estilo compuso las doce pinturas del "Decálogo de la vida", su gran obra de madurez que se puede ver en el Museo de Bellas Artes de Sevilla.