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Laura Albéniz

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Fue una artista muy precoz: cuando tenía solo 16 años, el Musée Moderne de Bruselas expuso sus dibujos y acuarelas. El recibimiento fue muy bueno, y ese calor de la crítica la acompañó toda la vida. Nacida en Barcelona, creció entre Londres, París y Niza, y llegó a hablar siete idiomas. Su obra se considera precursora del art decó en Cataluña. Y, sí, es hija del compositor Isaac Albéniz.

Barcelona, 1890 – 1944

Vivió muy cerca el “dandismo” mundano del París de la Belle Époque, donde fue discípula del dibujante e ilustrador Xavier Gosé, amigo de su padre y famoso por entonces en la capital de la moda y el arte. Le influyó esencialmente en la gracilidad y dinamismo de la línea, en la composición japonesa en diagonal adoptada anteriormente por Edgar Degas y los impresionistas. Realizó su primera exposición en el Musée Moderne de Bruselas en 1906, donde presentó Pages d’album, que reveló la delicadeza y la elegancia de sus dibujos, que encarnan un nuevo espíritu femenino, culto, inteligente y moderno. En esa búsqueda de la nueva silueta para la mujer del siglo xx, sus pasteles fueron comparados por la crítica de la época a los de James Whistler, Henri de Toulouse- Lautrec, Aubrey Beardsley y Jean-Louis Forain.


En 1907 expuso junto a Ismael Smith en la sala Josep Ribas de Barcelona, donde presentó dibujos y pasteles de temática mundana realizados en la Costa Azul. En 1911 expuso en las salas del Fayans Català en Barcelona junto a Ismael Smith, Marià Andreu y Néstor (Néstor Martínez y Fernández de la Torre). En plena eclosión del novecentismo, esta exposición reunió a cuatro artistas de una joven generación emergente que desde la pintura, el dibujo, la caricatura, la escultura y el esmalte, apostaron por la modernidad quedándose en el tránsito del modernismo al novecentismo, sin adscribirse propiamente a ninguna de ambas corrientes, propiciando estilísticamente un alto sentido decorativo, siendo calificados por Alexandre de Riquer de “decadentes modernos”, una generación evanescente que se esfumó en el umbral del art déco y la vanguardia.

En 1914 expuso en las galerías Dalmau de Barcelona, donde mostró el influjo de sus recientes trabajos junto a Maurice Denis, fundador del grupo de los Nabis y del fauvismo. Entre sus temas principales se hallan gitanas, manolas, bailarinas, sevillanas, siguiendo el espíritu de algunas composiciones musicales paternas y el espíritu finisecular. Sus trabajos merecieron elogiosas críticas de Eugenio d’Ors, desde 1911 hasta el final de su trayectoria, a quien le unió una gran amistad que dio lugar a una nutrida correspondencia. 

Asimismo, mantuvo un denso epistolario con músicos de la época, como Gabriel Fauré, Paul Dukas, Claude Debussy o Vincent d’Indy. A partir de los años treinta del siglo xx su obra se vuelve más novecentista, influida por un clasicismo mediterráneo, que expresaba una feminidad más reposada y madura, de formas más redondeadas y angélicas. En 1918 se casa con el militar Vicente Moya, con quien tiene dos hijos: Julio (1919), que murió durante la Guerra Civil, y Rosina (1920).



Como ilustradora y siguiendo los pasos de Xavier Gosé, realiza en 1908 los dibujos para los libros Aldea ilusoria El peregrino ilusionado, de Gregorio Martínez Sierra, y su trazo se prodiga en revistas ilustradas de la época, como en D’Ací D’Allà los años 1919, 1920 y 1921, o en la revista La Esfera. Sus grandes dosis como ilustradora se hallan en las puntas secas que realizó para las Elegías, de Eduardo Marquina, editadas por Gustavo Gili en las ediciones La Cometa, en 1935.



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