Jesus Rafael Soto - Venezuela- Ciudad Bolivar/ 1923- París 2005
En usufructo de una beca estudió en la Escuela de Bellas Artes de Caracas entre 1942 y 1947. Cuando sólo tenía 24 años fue designado director de la Escuela de Bellas Artes de Maracaibo, cargo que ocupó hasta 1950, año en el cual partió para Francia, Llegó a París sin recursos para vivir y en un principio tuvo que ganarse la vida tocando la guitarra en cafés y night clubs. Hoy continúa viviendo en Francia y es, probablemente, el artista latinoamericano vivo de mayor relevancia en el panorama de las artes plásticas del mundo, al punto de que se le ha considerado a la cabeza del movimiento cinético.
Al llegar a Europa recibió el impacto de la obra de Mondrian, quien continuaría siendo, con Malevitch, su artista predilecto. Sus primeras obras fueron una lección de rigor y buscaron fundar un lenguaje abstracto geométrico basado en códigos matemáticos que lo justificaran. Por otra parte, sus investigaciones de 1954 a 1955 anticiparon los grandes cuestionamientos del arte constructivo. Precisamente, en 1955 obtuvo una síntesis óptica por superposición a distancia de espirales dibujadas sobre plexiglas. Desde 1969, Soto emprendió la "desmaterialización" del espacio por entornos cinéticos, por móviles, por estructuras penetrables verticales, etc., que requieren la participación del espectador, y cuyo desplazamiento engendra esa "desmaterialización" visual del volumen.
El cuestionamiento del universo de la retina que, de algún modo, retoma el cuestionamiento de Marcel Duchamp, encontrará en la integración con la arquitectura las condiciones necesarias para otra dimensión. Así, numerosas realizaciones de Soto se encuentran en Francia ( Facultad de Medicina de Rennes y nueva sede de Air France en el aeropuerto de Roissy) y en Venezuela, país en el cual existen más de diez obras monumentales.
Apasionado por la música, Soto adoptó también los modos de la composición musical al universo visual y realizó sus primeras creaciones vibratorias en 1960, seguidas en esos mismos años sesenta y en los setenta por las curvas inmateriales, con sus tallos horizontales de metal suspendidos por hilos de nylon. Estas búsquedas plásticas desembocaron con los Penetrables, en los cuales el espectador se inserta entre los hilos o los tallos, en un universo lúdico que cuestiona el status de la obra de arte. Los círculos y los cuadrados de los años ochenta y sobre todo la conclusión en los volúmenes virtuales anuncian en su inmaterialidad el universo virtual que será la marca del próximo milenio.