La obra de la artista austriaco-romaní Ceija Stojka (Kraubath, Austria, 1933-Viena, Austria, 2013) supone un testimonio excepcional, tanto por su rareza como por su calidad artística, sobre el porrajmos, la persecución y genocidio de la comunidad gitana a manos de la Alemania nazi.
Deportada a los diez años junto con su familia, Stojka sobrevivió durante la Segunda Guerra Mundial a tres campos de concentración y dio cuenta de su experiencia cuarenta años más tarde, entre 1988 y 2012, cuando emprendió un intenso ejercicio de memoria mediante la escritura, el dibujo y la pintura. La presente exposición ofrece un recorrido por el conjunto del corpus artístico de esta prolífica y autodidacta creadora organizado a través de una serie de secciones temáticas que permiten reconstruir las distintas situaciones que afrontó.Mientras viajábamos
La artista nace en el seno de una familia gitana lovara, extenso linaje de mercaderes de caballos oriundos de Hungría y afincados en Austria desde hace varios siglos. En las obras que retratan su vida anterior a la guerra, Ein einfaches Rom Leben (Una vida sencilla de gitanos, 1995) o Idylle mit Bauernhof (Idilio con granja, 9.9.2002), entre otras, vemos escenas coloristas, con elementos recurrentes presentes durante la infancia de Stojka como el carromato, las gallinas y caballos, o la omnipresencia de la naturaleza y sus ciclos.
El toque rápido y enérgico de las pinceladas está al servicio de un estilo tan expresivo como narrativo. En ocasiones, la autora espesa el pigmento con arena, reforzando la materialidad de la pintura y de su propio gesto. Algunos cielos rosas, anaranjados o violáceos que aparecen en estas idílicas secuencias parecen anunciar un tiempo crepuscular que, en su sentido metafórico, se alargaría durante largos años.La caza
En 1941, debido a un recrudecimiento de las políticas nazis —que por entonces ya incluían la discriminación laboral, formativa y de circulación de la población gitana—, el padre de Stojka fue arrestado y deportado al campo de concentración de Dachau. El resto de la familia vivía de forma clandestina en el área forestal de Kongresspark, como nos recuerda por ejemplo en Ohne Title [RS: „Unsere Wiege war der Wohnwagen”] (Sin título [Reverso: “Nuestra cuna era el carromato”], 15.2.2003) y Sin título (15.3.2003), donde apenas se distinguen las miradas aterrorizadas de unas sombras encogidas tras una maraña de hojas y ramas. El reverso de estas obras está cubierto por dibujos a tiza y frases de ortografía insegura, en muchas ocasiones de transcripciones fonéticas de quien tuvo prohibida la escolarización.
La experiencia en los campos
La familia Stojka fue detenida en marzo de 1943 y deportada a Auschwitz donde se le destinó a la sección B-II-e, conocida como el “Campo de las familias gitanas”; a este campo le seguirían otros dos: Ravensbrück (de junio a diciembre de 1944) y Bergen-Belsen (de enero a abril de 1945) donde Ceija Stojka y su madre fueron liberadas por el ejército británico. Algunas de las obras que conforman las secciones dedicadas a los tres campos de concentración y exterminio adoptan la perspectiva infantil que tenía la artista en aquel momento: encontramos detalladas escenas que nos muestran primeros planos de botas militares cuya escala sobredimensionada se torna monstruosa, como en SS (1995). También hallamos vistas áreas que bien podrían ser las ofrecidas por los cuervos que sobrevuelan los
recintos, Auschwitz, 2.10.1944 (ca. 2003); o la mirada de un posible fugitivo o testigo impotente que observa desde el otro lado de las alambradas de espino. Como contrapunto, la obra Z 6399 (1994) sorprende por su composición austera y rotunda: en ella puede verse el brazo tatuado de la artista con el número de identificación que le fue asignado a su llegada a Auschwitz.
En la sala dedicada al campo de concentración para mujeres de Ravensbrück, el frío domina las escenas evocadas por Stojka. Aparece la figura del guardián o guardiana del campo, siempre atento en lo alto de la torreta de vigilancia, y que la artista representa con un gran ojo suspendido en el cielo como en Ravensbrück (1994). Entre otros siniestros personajes destaca la Oberaufseherin (vigilante) Dorothea Binz, que bien podría ser la figura rubia y uniformada que aparece en el centro de un pasillo en Sin título (28.1.2001). Frente a estos amenazantes personajes están sus víctimas, retratadas con pinceladas rápidas, como apariciones fantasmales sin contornos definidos.En el campo Bergen-Belsen, Stojka sobrevivió entre cadáveres comiendo la savia de las ramas y plantas que encontraba. La rama se convirtió desde entonces en símbolo de esperanza para la artista, que elige este motivo para firmar todas sus obras. Asimismo, se aprecian como elementos constantes en sus cuadros, por un lado, el cuervo, cuyo sentido resulta ambivalente, ya que Stojka admira su capacidad de volar sobre las alambradas de los campos, pero no deja de remitirnos al mal augurio con el que se le asocia en muchas culturas. Por otro, el perro, de significado más unívoco, es el brazo despiadado de los torturadores.Regreso a la vidaUna vez liberadas, Ceija Stojka y su madre regresaron a Viena donde se reunieron con los hermanos de la artista, supervivientes también de la barbarie nazi. Los cielos coloreados de esta última sala recuerdan a los del inicio de la muestra, subrayando el carácter cíclico de su narración. Una estructura con la que tal vez la artista trata de ordenar y dar sentido a lo absurdo y terrible de su experiencia. Tras los años de hambruna y penalidades, la artista pinta frutas, verduras y, sobre todo, girasoles, la “flor del gitano”, como escribe ella, símbolo de esperanza, de vuelta a la vida. En estas obras, está presente la virtud cristiana, esencial para la artista, y a la que alude a través de las numerosas representaciones de la Virgen María.
La decisión de Stojka de romper su silencio y dar cuenta de la experiencia traumática que ella a nivel personal y el pueblo gitano como colectivo habían sufrido tiene un gran valor simbólico que ha servido además como revulsivo para impulsar el asociacionismo de la comunidad romaní de su país. Esta exposición pone en valor el testimonio y la figura del testigo, con su fragilidad y afectación, como recursos esenciales para comprender cualquier hecho histórico en su complejidad, incluso aquellos que por su atrocidad se antojan inimaginablesMUSEO REINA SOFIA