( Bouzas, Vigo, 1890 - Madrid, 1952 )La condición de ilustrador mundano y elegante que cubre la mayor parte de su vida, puede restar importancia al arte de este vigués, en su momento universal, famoso y admirado, y hoy bastante olvidado. Su familia deseaba que estudiase Medicina, pero el futuro artista rechazó esta opción, como la de opositar al cuerpo de Correos.
Decide emigrar, y a los diecisiete años se encuentra en La Argentina. En Buenos Aires comienza como pintor de brocha hasta que consigue publicar dibujos en periódicos y revistas, alguna tan importante como «Caras y Caretas», en la que también aparecieron trabajos de Castelao y Luis Seoane. Inquieto y descontento, decide regresar a Europa, buscando París como meta.
En los años inmediatamente anteriores a la guerra europea está en la capital francesa, donde enseguida consigue popularidad, que se trunca por el aludido acontecimiento bélico. Regresa a España y se instala en Madrid, en 1916. Gana un concurso de carteles para una gran firma de perfumería y lo contratan importantes editoriales como portadista de libros, tarea a la que dedicará muchos de sus trabajos.
Cultiva un arte modernista, elegante y erotizado que a veces firma con el seudónimo de Mirko. En 1929 asume la dirección de una gran empresa de publicidad. Cuando estalla la guerra civil se encuentra en Vigo. Su ideología republicana le produce contratiempos, y marcha nuevamente a Argentina, donde en Buenos Aires se encuentra con Castelao y Seoane.
Allí continúa hasta 1949, en que retorna a Madrid para continuar en sus antiguos trabajos publicitarios. Es objeto de un homenaje en el Círculo de Bellas Artes, donde es saludado por el Marqués de Lozoya, máxima autoridad del mundo plástico en la España franquista. De cuando en cuando vuelve a Galicia y pinta acuarelas de temas de mar, exquisitas de sencillez y viveza. Colabora ocasionalmente en Faro de Vigo y en la revista Vida Gallega.
En Blanco y Negro y ABC ha dejado lo mejor de su calidad de ilustrador en los años de anteguerra. Los tres últimos de su vida son también intensos, ejerciendo un verdadero magisterio que crea escuela. Repentinamente, a la puerta de su casa, en plena calle Marqués de Urquijo, muere el 11 de septiembre de 1952. La obra de Federico Ribas está recogida en museos de Galicia y en las colecciones y archivos de Prensa Española y empresas industriales, publicitarias y editoriales para las que trabajó durante tantos años.
Fue un dibujante exquisito, influido inicialmente por los ilustradores ingleses, desde Beardsley hasta españoles universales como José Segrelles. Crea un estilo propio sólo comparable al de Penagos, hasta el punto de que las mujeres visten, se maquillan y se comportan como Ribas ideaba. Eleva el cartel a categoría de arte, como Toulouse-Lautrec, y hace de la ilustración circunstancial una expresión perdurable, siempre en la gracia de una línea suave, un estilizamiento deliberadamente decadente y un colorismo caliente y entonado.
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