Nacido en Aguascalientes, el 9 de julio de 1887, Saturnino era el hijo de la francosuiza Josefa Guinchard y de José Herrán dueño de la única librería de la ciudad y profesor de Teneduría de Libros del Instituto de Ciencias del estado. Además de haber pasado su infancia entre libros y expuesto a la cultura francesa, Saturnino demostró gusto y habilidad para el dibujo y la pintura desde muy chico. En muy poco tiempo la familia se trasladó a la ciudad de México y Saturnino se inscribió en los cursos superiores de la Escuela Nacional de Bellas Artes. A la muerte de su padre se convirtió en el sostén de la familia y trabajó como telegrafista mientras que por la noche tomaba sus clases.
Luego obtuvo una beca y pudo dedicarse por completo a la pintura. En 1903 el arquitecto Antonio Rivas Mercado fue nombrado director de la EMBA, e impuso una técnica para enseñar a dibujar basada en modelos geométricos, planos y volúmenes. Como subdirector contrató al pintor catalán Antonio Fabrés partidario del realismo, detallista y de una meticulosidad extraordinaria. Saturnino Herrán primero fue su discípulo pero después rompió con ciertas directrices, conservando muchas de las excelencias de su técnica. Finalmente, Herrán se convirtió en uno de los pintores que mejor supo captar a la gente y personajes de México en su vivir y quehacer cotidiano. Cuando Fabrés abandonó la academia, Herrán se convirtió en alumno de Germán Gedovius, un extraordinario colorista que enseñó a Saturnino los altos secretos de la pintura y el retrato. Herrán recibió reconocimientos por obras como Labor o El Trabajo y sus pinturas Molino de vidrio y Vendedoras de ollas lo consagraron como un artista que había roto con el modernismo pictórico y había creado un nuevo lenguaje.
A partir de 1912 Herrán ya era un maestro consumado. De este periodo es Vendedor de plátanos, La ofrenda y El jarabe. Sin embargo la obra maestra de Herrán habría sido el tríptico Nuestros dioses, un friso que había planeado para el Teatro Nacional, hoy Palacio de Bellas Artes. Fue una enfermedad la que impidió la realización de la obra que llevaba varios años perfeccionando. En octubre de 1918 tuvo que ser operado y falleció a la edad de 31 años.
Artista único en cuanto a su expresión del mestizaje, las culturas originales y la manera de representar los rostros de su tiempo, Saturnino Herrán fue el iniciador, sin saberlo, de la gran pintura mexicana del siglo XX