ANTELLA, VALENCIA 1912 -2000)
Tras iniciar sus estudios en un colegio de Burjasot, a partir de 1932 realiza la carrera de Bellas Artes en la Escuela Superior de San Carlos, de Valencia.
Su primera exposición la efectuó en Valencia, en 1942. Posteriormente las hizo en Bilbao, Madrid y Buenos Aires, El Cairo y Venecia, hasta 1951, en que gana el premio nacional José Antonio. Su obra recorre América, con muestras en Chile, Lima, y La Habana. Concurre en 1954 a la Bienal de Venecia y en 1955 a la de Alejandría. También expone Bagdag, Amman, Jerusalem, El Cairo, Ankara, Estambul, en grandes muestras colectivas.
A partir de estas fechas, ya consolidado su prestigio de gran paisajista, su obra se exhibe, en muestras colectivas e individuales, en toda España, en Europa y América. En 1964 tuvo el honor de inaugurar la galería Juana Mordó, la más prestigiosa de España en su apoyo a nuevas corrientes del arte.
En 1955 consigue por oposición la cátedra de Colorido en la Escuela Superior de Bellas Artes de Valencia, de cuya Academia de San Carlos es nombrado miembro numerario.
Ganó segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1948, y primera en la de 1952. Un año antes consiguió primera medalla en la Bienal del Reino de Valencia. En 1956, premio del Uruguay en la Bienal Hipanoamericana.
Está representado en los Museos de Arte Contemporáneo de Madrid y en los de Valencia, Bilbao, Barcelona, Alicante, Salamanca, Vitoria, Villafamés, Santander, Montevideo y Caracas.
Francisco Lozano es un post impresionista con modos «fauve», colorista excepcional y excelente dibujante, como demuestran sus retratos, inicialmente influidos por la pintura catalana de Togores, Serra y Llimona.
La mancha es enérgica, hasta el punto de que muchas veces construye sus cuadros directamente con el color, que llega a la tela en su estado puro. La luz levantina tiene considerable importancia en su obra, aunque quizá lo mejor de su pintura sean los paisajes de los secarrales interiores del reino valenciano, aparentemente áridos y sin embargo, tan calientes, tan directos. Es peculiar el grafismo de su pincelada, por completo definidor, en verdes, amarillos, carmines. La vegetación baja, los arenales, los cielos azules, están dichos de primera intención, pero con un gran sentido lírico, en verdad emocionante, y a veces próximo al abigarramiento de Kokoschka, aunque sabe detenerse a tiempo y razonar, muy ponderadamente, su interpretación de la naturaleza.
La grumosidad del óleo se asienta en el lienzo, total, alternada con fondos casi exentos de materia. Nadie ha llevado a la pintura los violetas como este valenciano, espléndido bodegonista. Lo humilde representado lo eleva a categoría de gran pintura, de arte personalísimo. Ninguna antología internacional del «fauvismo» puede excluirle.
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