Albert André nace en Lyon, donde su padre tiene una fábrica de sombreros de seda. Se educa en el Lycée de Lyon y pasa las vacaciones en Laudun (Gard). Hacia 1885 se orienta hacia el dibujo y colabora en algunos proyectos para las sederías. Pero ante su falta de entusiasmo por esta actividad, su familia accede a enviarle a París, para que se dedique en serio a la pintura.
Llega a la capital probablemente en 1889 y se matricula en la Académie Julian, en la que traba amistad, entre otros, con Paul Ranson (miembro del grupo de los Nabis) y con Valtat. En 1894 participa por primera vez en el Salon des Indépendants. Renoir se fija en él y lo recomienda a Durand-Ruel, que será su futuro marchante. Así comienza una verdadera carrera. Colabora con Toulouse-Lautrec en la realización de los decorados de Chariot de terre cuite (obra vanguardista que se representa en el Théâtre de L'Ouvre). Con Maurice Denis, Bonnard y Vuillard (todos ellos miembros del grupo de los Nabis), expone en la sala de Bing, el gran marchante de arte japonés e inventor del estilo Art Nouveau.
Tras su consagración, en 1904, gracias a su primera exposición individual en la galería Durand-Ruel, se suceden las exposiciones y los encargos. Figura, junto a Monet, Cézanne, Renoir y Pissarro en la exposición titulada Natures Mortes (Durand Ruel, 1908); le encargan un gran panel decorativo para el pabellón francés de la Exposición Universal de Turín; lo eligen para celebrar L'Interprétation du midi en el salón de La Libre Esthétique de Bruselas (1913) y alcanza un gran éxito en Estados Unidos con su primera exposición individual en Nueva York (Durand Ruel, 1912).
Luego vendrían la guerra y por fin la desmovilización en 1917; después se traslada a Endoume, cerca de Marsella, donde el artista, que ha recuperado la alegría de pintar, firma algunos de sus lienzos más hermosos (El día del armisticio, Paseo por Endoume, Terraza a orillas del mar).
Biógrafo y retratista de Renoir anciano, al que pinta en escenas de conmovedora autenticidad, lo será también de Monet. Rodeado de amigos entre los que cabe citar a Julie Manet, Pierre Renoir, Marquet y Paul Signac, su vida transcurre entre París, sus actividades como pintor y como secretario del Salon d'Automne, y sus prolongadas estancias en Laudun (donde es conservador del Musée de Bagnols-sur-Sèze), donde se refugia durante la Segunda Guerra Mundial. Poco a poco, su paleta, tan viva en los primeros tiempos, se va templando. Pero Albert André permanece fiel a sí mismo, a su sentido de la intimidad, a los interiores acogedores, a los objetos familiares, flores, jarrones, muebles, espejos, ventanas abiertas a Laudun...