Los artistas nórdicos muestran su obra como una particular interpretación del Neorromanticismo, Realismo, Simbolismo, Expresionismo y Modernismo. Esto se fundamenta en la adopción de aspectos de las sucesivas corrientes artísticas (lo que muestra el contacto con distintos círculos europeos mediante viajes, estancias, academias o participación en exposiciones y salones). Por otra parte, esta interpretación de distintas corrientes artísticas se basa en “la voluntad de conferir a su trabajo una expresión acusadamente nacional” A esta reivindicación de la nación a través del arte (en concreto mediante el género del paisaje) se añade una exaltada actitud panteísta. La naturaleza, más que la ciudad, se convierte en el asunto principal de la pintura nórdica, a la que el artista se aproxima desde la experiencia y con deseo de autenticidad.
Las obras revelan el dominio absoluto de una figuración naturalista que encuentra sus raíces (o sus deudas) en el Naturalismo francés, en especial en la pintura de Jules-Bastien Lepage. La vida y trabajo en el campo y la representación de las horas del día conforman el grueso de sus intereses. La vida doméstica y las escenas de interiores indican la inclinación de estos pintores por cultivar la intimidad y por aludir a la tragedia vital del ser humano. Las obras, apelan a la melancolía, la soledad y la muerte e invitan a una lectura trascendental de las imágenes. Por otra parte, el Realismo decimonónico y el énfasis retórico de numerosas pinturas acentúan la intención social de los temas.
Información- Museo Reina Sofía